La palabra encaje aparece alrededor del siglo XVI con el significado de "labor tramada, encajada entre dos telas". Su edad de oro fue el periodo entre el siglo XV al XVIII donde todas las clases sociales participaron en las grandes realizaciones y usos de hermosos encajes, sea como pasamanería, sea con adorno en las prendas de vestir y como elemento de transacción comercial entre los países prósperos y vecinos de aquella época renacentista. Pero, he de aquí, que por un motivo que no tengo investigado y que me gustaría saber, Felipe III, inmortalizado por Velázquez en un soberbia pintura expuesta en el Prado, prohibió el uso de blondas (encaje de seda de que se hacen y guarnecen vestidos de mujer y otras ropas) y encajes, destruyendo el comercio y la centenaria tradición. Y si eso fuera poco, Carlos II, en 1667, abrió las puertas a la importación indiscriminada (la historia tiene siempre antecedentes). Más tarde, durante el advenimiento de la era industrial, siglo XVIII, los encajes de bolillos se vieron amenazados por las poderosas máquinas de tejer capaces de reproducir fondos que posteriormente se terminaban a mano, también al comienzo del siglo XIX, un mecánico francés de Lyón, Josep Marie Jacquard (1752-1834), aporta a la máquina de tejer un sistema de selección de agujas que permiten reproducir en el tejido líneas y figuras de todas clase y distintos colores, y dieron el golpe final. Todas esas contrariedades llegaron a detener casi por completo el desarrollo de los encajes.
Fuente: http://www.pasqualinonet.com.ar/el_bolillo.htm
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